Sanar no siempre es hacer.
A veces, simplemente, es permitir.
Soltar el control. Dejar de empujar. Abrir espacio para que algo más profundo suceda.
En el silencio de una sesión, en el contacto respetuoso y consciente, el cuerpo empieza a contar su historia.
Sin palabras, sin prisa. Solo presencia.
Y es ahí, en ese espacio seguro, donde poco a poco algo se transforma.
Un nudo que se afloja. Una emoción que se libera. Una tensión que encuentra alivio.
Sanar es un viaje sutil, íntimo y poderoso. Y empieza por escuchar.